Alcé la vista y le vi esbozar una sonrisa tan burlona, tan arrebatadora, que solo pude contemplarle como una tonta.
¿Eres consciente de lo mucho que te quiero? -me preguntó
-No, no lo soy -susurré-
Sus ojos se volvieron de una intensidad deliciosa cuando pronuncié aquella última frase.
Me olvidé, me olvide de todo, hasta de respirar.
Me olvidé, me olvide de todo, hasta de respirar.
Entonces, me envolvió entre sus brazos, y me sentí capaz de liberar la alegría que nunca había sentido antes y sentí la certeza de que todo en mi vida ocupaba en ese mismo instante su lugar correcto.
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